sábado, 29 de mayo de 2010

¿Que son las emociones?

Durante el siglo XX se pensaba que la vida emocional humana tenía su residencia en el cerebro. Esta concepción es parcialmente cierta, ya que el cerebro es un punto de confluencia de la información emocional que proviene de todo organismo: a nivel molécula, confluye hacia el cerebro desde los distintos órganos corporales, desde el sistema inmunológico, desde el sistema neuroendocrino y desde el nivel psíquico. Esta compleja y dinámica información es integrada en el cerebro y emerge hacia los diferentes sistemas. A nivel submolecular, fluye energía atravesando cada punto del organismo. En efecto, las investigaciones de la física cuántica han permitido conocer y medir esas corrientes electromagnéticas invisibles que atraviesan nuestro organismo no solo vitalizándolo, si no también estableciendo una perfecta unidad entre los seres vivos, el planeta y el cosmos. La energía que nos atraviesan y nos vitaliza es la mima que proviene de las más alejadas estrellas y de las profundidades de los mares, configurando una unidad cósmica que nos transforma, elevándonos desde la biología a la comarca misteriosa del espíritu.
Las emociones son el resultado del procesamiento que efectúan las estructuras de la vida emocional de los cambios corporales frente a las modificaciones internas y/o ambientándoles. Este proceso comienza durante el tercer trimestre intrauterino, y va adquiriendo una progresiva sofisticaciones al establecer relaciones con el mundo psíquico, mental, y acceder así finalmente a la conciencia. Los cambios evolutivos de la vida emocional humana son drásticos e intensos durante las dos primeras décadas de la vida, pero continúan a lo largo de todo el ciclo vital, transitando hacia la conquista final de sabiduría, que pudiésemos definir como la más elevada integración de las experiencias en un escenario interno de emocionalidad positiva: el perdón, la compasión, el desprendimiento, la entrega incondicional, son las alturas de la conciencia que nos conectan con el alma y constituyen el final de un camino de evolución desde lo emocional a lo espiritual.
Entonces, una emoción es un cambio interno pasajero que aparece en respuesta a los estímulos ambientales. Las emociones básicas humanas nos acompañan desde el nacimiento y se organizar en un eje polar: rabia, miedo versus alegría y quietud. Un recién nacido experimenta un extremo miedo al cambiar el calado y protector útero materno por un ambiente externo plagado de estímulos nuevos y desconocidos para él: ruidos, olores, temperatura, luces. Estos estímulos lo perturban y su cerebro transforma esta incomodidad en rabia. Una vez que es atendido en sus necesidades, se calma y experimenta la alegría de ser confortado; los ciudadanos recibidos le permiten dormirse en un placentero estado de calma.
Estas primeras emociones, que no son conscientes, se denominan emociones primarias y nos acompañan a lo largo de toda la vida. Cuando los adultos nos sentimos amenazados, incomprendidos, abandonados, nos invade el miedo al desamparo y la rabia, pero cuando nos consuelan y nos aseguran que somos queridos y valorados, nos alegramos y experimentamos una deliciosa quietud interna.
A partir de estas emociones básicas van apareciendo otras más complejas y sofisticadas, que se construyen dinámica mente duramente la vida y sus experiencias: sobre la plataforma de la alegría y de quietud surge el jubilo, la euforia, el éxtasis, el arrobo, mientras que sobre el miedo y la rabia se construye la vergüenza, el disgusto, la frustración, la ofuscación, el recelo, entre otras. A medida que el niño va creciendo, las emociones se van haciendo conscientes y se integran al guion biográfico de cada cual, con sus particular bagaje de vivencias. De este modo se establecen esquemas emocionales mas duraderos que interactúan constantemente con la personalidad en formación; son los sentimientos, que también se organiza en una jerarquía que va desde lo más básicos, como el cariño, optimismo, la ternura, los celos, la envidia, a sentimientos muy elaborados y sofisticados que pasan a constituir una unidad indisoluble con la personalidad individual, como el amor a la patria, el odio a las minorías, etc. En este nivel se encuentra un conjunto de sentimientos elevados que se construyen sobre una emocionalidad básica positiva sólida y que se relacionan con la espiritualidad humana: la fe, la solidaridad, la capacidad de perdonar, el amor empático y caritativo.
El ser humano transita a lo largo de su vida por el dinámico eje de esta emocionalidad. Cuando esta biológica y psicológicamente sano y ha recibido una optima educación de sus emociones, se mueve en el extremo de los sentimientos más elevados: es optimista, generoso, empático; se muestra flexible, de buen humor y sabe perdonar. Por el contrario, el sufrimiento, los dolores y penas lo conducen hacia el polo de las emociones básicas negativas: miedo y rabia, y se instala en la dimensión de los sentimientos negativos: hostilidad, resentimiento social, odio, deseos de venganza, egoísmo. Es fácil comprender que las penas infligidas tempranamente y en forma reiterada a un niño vana despertar en él intensas emociones negativas,, sobre las cuales va a ir construyendo un guion existencial centrado en la envidia, el recelo y el resentimiento. Por el contrario, proteger al niño y nutrirlo de afecto, valoración y respeto, inclinaran su balanza emocional hacia el polo positivo: serenidad, optimismo, empatía, flexibilidad y buen humor. Si ese niño posee condiciones particulares que favorecen el desarrollo espiritual, en forma temprana va a acceder el ámbito de los sentimientos más elevado.
Las principales vías de expresión emocional son el lenguaje verbal; los lenguajes no verbales- la expresión facial, el lenguaje corporal, los calificadores vocales- las conductas o comportamiento.
El desarrollo emocional o afectivo se refiere al proceso por el cual el niño construye su identidad (su yo), su autoestima, su seguridad y la confianza en sí mismo y en el mundo que lo rodea, a través de las interacciones que establece con sus pares significativos, ubicándose a sí mismo como una persona única y distinta. A través de este proceso el niño puede distinguir las emociones, identificarlas, manejarlas, expresarlas y controlarlas. Es un proceso complejo que involucra tanto los aspectos consientes como los inconscientes.

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